Cuando Granada aún no era Cristiana, y Colón no había
descubierto el Nuevo Mundo, desde la Real Parroquia de Omnium Sactorum, un
grupo de fieles devotos, monjes y sacerdotes realizaban un piadoso Vía Crucis
al Hospital de las Cinco Llagas, a extramuros de la Ciudad, en las huertas
Macarenas.
El
devenir de los años institucionalizó el culto, saliendo desde la Casa-Palacio
de Pilatos hasta el Humilladero de la Cruz del Campo, siguiendo exactamente los
pasos que Cristo dio camino del Calvario, y teniendo la estación de la Primera
caída en la ventana de tu Señor llorante, aquel mismo Señor al que los viajeros
le rogaban Salud y Buen Viaje. Ese mismo Señor al que tú, seguramente te
encomendarás para emprender el viaje que comienzas, y tendrás que pedirle la
venia para esta nueva etapa en tu vida.
El
culto se incrementó, haciendo de Sevilla, sus calles, parques, jardines,
fuentes y columnas un templo sacramental para el “capillita”, pasando de la
mera contemplación de lo Divino, a la realización de un Divino Milagro en cada revira,
llamada, calle estrecha o esquina.
Querido
Antonio, cuando allá por 1572, los Mulatos de Sevilla fundaron la Hermandad y
Cofradía de la Presentación de Nuestra Señora, Santo Ecce homo y Santísimo
Cristo del Calvario, no imaginaron que dicha hermandad contaría entre su nómina
de Hermanos con una persona tan culta, tan estudiosa de nuestra historia, tan
amante de nuestras creencias y tradiciones, y sobre todo, con tan buen corazón,
tan amable y tan “güena” gente como lo eres tú.
Los
años se romperán en el tiempo, como lo viene haciendo desde hace tantos siglos,
a través de nuestra Fe, nuestras creencias y nuestras tradiciones, y pasarán
generaciones enteras, donde depositaremos nuestra semilla de sevillanía, para
perpetuar en ellos los sentimientos imposibles de plasmar en los textos.
Eres
profesor, y aunque la edad te jubile, nada ni nadie te podrá arrebatar nunca
todo el esfuerzo, amor y sabiduría que dejaste en la enseñanza de cada alumno.
Pero recuerda que además de profesor, eres sobre todo Maestro, y que de esta
labor, no te jubila nadie, pues te queda por delante la tarea y misión que
comenzaron nuestras antepasados hace más de cinco siglos.
Una
misión en la que tendrás que explicar el cómo un Cristo, que es el consuelo de
los Desamparados, y reflejo de nuestra Fe, llora por la humillación que día
tras día es sometido a través de nuestros hermanos necesitados. Debes seguir
enseñando que en Sevilla, los ingenieros y sus estudios matemáticos no siempre
son exactos, sino, ¿cómo explicaría matemáticamente Newton que un paso de
palio, cuyas dimensiones sean superiores al de una puerta, salga y entre por
ella, si además esta es de tipo ojival?... un ingeniero supondría que el paso
es redondo…
Seguirás
explicando que entre dos Esperanzas, el consuelo de un Cristo dormido es la
dulce expresión de la Virgen de la Presentación.
Debes
seguir siendo evangelio vivo sevillano, y enseñar, al igual que hago yo con mi
hija y haré con mi hijo, que los Candeleros son diferentes de los Marías, y que
estos no tienen nada que ver con los Pitufos y menos todavía con los medianos
de la segunda tanda de una candelería. Que los nazarenos más elegantes de
Sevilla son los de la Carretería. Que para poder contemplar a mi Señor de Las
Penas cada Lunes Santo, hay que posicionarse en el lado derecho de la cofradía,
ya que de otro modo, tu mirada no se cruzaría con su dulce mirada en tan portentoso rostro. Que por mucho que
quieras, el amor por tu Cristo y el cumplimiento de las reglas, te impiden ver
de frente la sonrisa de la Macarena, pero que te queda la belleza de contemplar en el rostro
de los que la acaban de ver, la Pena por su ausencia y la dicha por su
Esperanza derramada.
Eres
Maestro de Sevilla, Antonio, nunca lo olvides, pues ese es un título que ni tan
siquiera el de pregonero lo puede igualar.
Gracias
por enseñarme tanto, por ser tan buen contertulio y sobre todo por haberme
demostrado a mí y a mi familia tu amor por el prójimo y tu amistad.
Y no digas
en tu vida “he dicho”, eso es para el final de los pregones, tú debes seguir
con “estáis puesto, que voy a llamar, vámonos con Ella al Cielo”, y que
Campanilleros vuelva a sonar de nuevo por
la Cuesta del Rosario.