miércoles, 18 de enero de 2012

No todo es lo que parece

   En esta vida, no todo es lo que parece, y para demostrarlo, os cuento la historia de un hombre cualquiera, un señor de 65 años que salió por la puerta de su casa como hacía todos los días desde que lo prejubilaron con 55, para dirigirse hasta el quiosco de prensa, adquirir su ABC, encaminarse a su cafetería favorita, pedir su descafeinado con leche natural y su mollete poco hecho con aceite y jamón, y como todos los días, sentarse en la mesa de la ventana a leer el noticiario y disfrutar un poco observando a las chavalas que pasan por delante del escaparate. Pero esa mañana todo fue distinto. Su calle estaba en obras, para salir de su portal, atravesó unos tablones que a modo de puente, sorteaban una zanja, para terminar en el arenero en el que unos afanosos obreros habían convertido su maravillosa calle, antes adoquinada. El señor, tuvo a bien el apollarse en un mástil de madera, por donde descendía unos cables de obra de alta tensión, y de pronto sin saber el por qué, empezó a menear ostensiblemente la pierna que mantenía en el aire. Los obreros, al observar la escena, acudieron rápidamente en su ayuda, intentaron separarle del mástil con los mangos de madera de las palas y picos, hasta conseguir que cayera al suelo. Una vez en el suelo, le realizaron la reanimación cardiorespiratoria, tal y como les habían enseñado en los cursos de prevención de riesgos, hasta que llegó la ambulancia. El equipo médico le inmovilizó de inmediato y le inyectaron varios medicamentos para las paradas cardiorespiratorias. A su llegada al hospital, le diagnosticaron varios traumatismos en el cuerpo, dos costillas fracturadas debido a los masajes cardiorespiratorios que le realizaron los operarios de la obra, así como varios días hospitalizado en observación para ver la evolución de su corazón. El señor de 65 años, denunció a los obreros por agresión, el tan sólo pretendía quitarse la arena que le había entrado dentro del zapato. Como en esta historia, no todo es lo que parece, y ni mucho menos las personas. Habitualmente creemos, y así nos lo han inculcado desde pequeños, que la familia está para ayudarse los unos a los otros, pero no siempre es así. En esta vida hay amigos que te gustarían que fuesen de verdad tus hermanos o hermanas, y familiares de primer rango que te defraudan más de lo habitual. Existen personas, como por ejemplo mi suegra, que es capaz de entregarse completamente en ayudar al prójimo sin pararse en pensar las consecuencias que ello le pueda acarrear a ella, son personas que llevan la caridad y la solidaridad dentro de su propio ser, convirtiéndose por ello en luz y esperanza para los que les rodean. Y hay personas, que a pesar de los golpes de pecho, no son coherentes sus acciones con lo que sus palabras predican, y una vez cometido el error, su orgullo es incapaz de hacerle pedir perdón abiertamente. El orgullo, uno de los pecados que pervierten la personalidad, la oculta tras una careta de cartón, que cuando llueve, deja al descubierto la realidad de la persona, es aquí, cuando realmente necesitas el paraguas, cuando te das cuenta que no todo el mundo es lo que parece.

4 comentarios:

  1. Siempre ha de haber un faro de Alejandría que ilumine bondad, el problema está en la jauría de perros que sólo se le acercan para hacer sus necesidades en la base del faro.

    Oro parece...

    En de luego... ya podía haberse quitao la arenilla en otro lao...

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    1. Eso pasa por impartir tantos cursos de prevención de riesgos, jajajajajaaaaaaa.... y después dicen que es por nuestra seguridad...

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  2. Gracias hijo, me has echo llorar, es muy bonito que me veas así pero creo que has exagerado un poco mucho, aún así me gusta que mi familia me vea como una buena persona como hay millones.

    María del Carmen Andrada Navas

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    1. La diferencia está en que los hay que se lo tienes que pedir insistentemente para que te ayuden de algún modo, y los hay com tú que te sale de dentro, sin que nadie te lo pida, esa es la diferencia, y de vez en cuando hay que reconocerlo.

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