jueves, 3 de noviembre de 2011

EQUILIBRIO A TRAVÉS DEL AMOR A MIS HIJOS




-Maestro, ¿cómo te ejercitas tú en el equilibrio de la mente?
-Cuando llega el disfrute, disfruto intensamente. Cuando llega el dolor, sufro ecuánimemente.
-Pero maestro, ¿no es eso lo que hace todo el mundo?
- No, no es eso, insensato. Lo que todo el mundo hace es aferrarse al disfrute y convertirlo en sufrimiento; rechazar el dolor inevitable y generar mucho más dolor. Yo disfruto intensamente y sufro ecuánimemente. Así me ejercito en el equilibrio de la mente.

                La vida y sus dificultades te entrenan para enfrentarte naturalmente a la realidad y sus consecuencias, ya sean positivas o negativas. Pero nuestra mente es capaz de dirigir nuestros pensamientos hacia lo más negativo, haciéndolos más intensos si cabe, y sin tener en cuenta que nadie puede escapar de lo agradable ni de lo desagradable. Entonces, ¿por qué nos aferramos a las sensaciones desagradables con tanta intensidad y no somos capaces de disfrutar de lo agradable?
                Hoy he pasado un buen rato en la sala de espera de la consulta de oncología del Hospital Infantil. Hoy, he podido observar cómo  hay personas que son capaces de digerir las sensaciones más desagradables que pueda tener un padre en toda su existencia, y cómo disfrutar de cada uno de los segundos que se encuentra al lado de su hijo. Para esos padres, que tanto llevan sufrido y pasado, no hay mayor alegría que la sonrisa de su hijo, no hay mayor tesoro que cada minuto que disfruta de su presencia. Hoy me he dado cuenta que el dicho “no hay mal que por bien no venga”, ha adquirido todo un mensaje de esperanza y positivismo para mí. Sumido en la vorágine de la crisis económica que vivimos, y que para muchas familias se han convertido en auténticas desgracias, yo he tenido la suerte, la tremenda suerte de poder pasar más tiempo con mis hijos, de disfrutar de ellos. Disfruto de ser Skay mientras juego con mi hija a las Winx, disfruto de llevarla al colegio y despertarla todos los días, de ser el primero en darle un beso cada mañana o de prepararle el desayuno. Disfruto de levantarme por las noches a darle el biberón a mi niño, de cambiarle el pañal, o de cantarle el himno del centenario del Sevilla mientras lo baño. Antes yo estaba toda la semana fuera de casa, y mi hija le decía a su profesora que hablaba con su padre por la televisión. Hoy gracias a la crisis, he recuperado las horas que no pude disfrutar de su compañía, de sus canciones, de sus risas, de sus historias, de sus besos y de sus abrazos. Hoy puedo disfrutar de los primeros meses de mi hijo, de su sonrisa “traginadora”, de dormirlo en mis brazos, y sobre todo de sentirlo. La crisis no me arrebatará esos momentos, esos sentimientos, al igual que no se los ha arrebatado a esos padres de oncología la enfermedad de sus hijos. Esos momentos, son mi tesoro más preciado, los que guardo dentro de mi corazón, los que me dan las fuerzas necesarias para seguir luchando y trabajando día a día, no por salir de la crisis, sino por poder seguir disfrutando de esas sensaciones tan maravillosas, por poder seguir diciéndoles que los quiero con todo mi corazón, y que son las personas más importantes de este universo.
                Del dolor, lo sufro, pero a partir de hoy será ecuánimemente. De mis alegrías, de mis tesoros, pienso disfrutarlos más que nunca, porque hoy he descubierto el sentido real del equilibrio mental.

3 comentarios:

  1. Se desprende de tus palabras todo el amor que has visto en esa sala Miguel!!

    ResponderEliminar
  2. Miguel, no existe mayor regalo para mí que el que tu has mostrado con tus palabras hacia tus hijos.
    La vida es un pequeño soplo, un rasguño imperceptible en el universo, una canción con la música mas extraordinaria. Es un camino donde la meta está escondida en cada paso, envuelta en pensamientos...
    No te puedes imaginar lo que me alegran tus palabras.Enhorabuena amigo, enhorabuena.
    Manuel Moncayo.

    ResponderEliminar
  3. Hola Miguel,
    Hoy me han leido lo que escribiste en el blog, estaba en una sesión con Manuel Moncayo y discutía sobre algo muy parecido a lo que comentas en tu artículo, así que de forma anónima Manuel me lo leyo y al terminar fue tanta la emoción que senti que no pude evitar preguntarle a Manuel que quién lo había escrito, quién había sido capaz de poner palabras a mis pensamientos que me gustaría agradecerselo, y él contesto, ¿Quieres escribirle? y me facilitó tu correo.
    Así que Miguel, no puedo dejar pasar esta oportunidad para agradecerte tus palabras, para poder leer mis pensamientos y para desde hoy disfrutar de cada momento con los mios. Espero tener alguna vez la oportunidad de poder agradecertelo personalmente.

    Un abrazo,

    Jorge Santano

    ResponderEliminar